lunes, 17 de marzo de 2008

Solo 23..

Despertar cada mañana con el sonido del despertador aturdiendo nuestros oídos solo representa una rutina en nuestras vidas. Pocas veces nos paramos a pensar en las motivaciones que nos empujan a querer seguir vivos.

María abrió los ojos. Era un día más, como el anterior y como lo sería el siguiente. El destino no le tenía preparada ninguna sorpresa, pues su vida en el pueblo transcurría con absoluta parsimonia.
Se levantó a tomar un café. La casa estaba vacía. Imaginó que su madre y su hermano mayor no la habían avisado, pues la noche anterior se había acostado tarde por dejar terminado un trabajo.
Su familia no había parado de trabajar de sol a sol desde que su padre murió a causa de un cancer fulminante que consumió su vida en apenas tres meses. Ella se sentía culpable de no ir a las tierras a trabajar como sus hermanos. Se sentía culpable de ver como su madre envejecía tempranamente sin apenas una ilusión en su vida. Pero era la pequeña y había tenido la suerte de poder estudiar y salir del pueblo algún día, razón por los que todos se enorgullecian.




Toño salió de su casa dando un portazo tras de si. Como cada mañana cogió las llaves del coche y se dirigió al único bar que había en su pueblo. Allí desayunaba un cubata de ron. Era sólo el primero de los muchos que tomaba a lo largo del día.
Los paisanos le miraban con cierto recelo. Era un tipo de lo más solitario. No se le conocían novias. No tenía trabajo. Y tenía antecedentes de alguna pelea y de haber estado involucrado en varios accidentes de coche. Se decía que después de uno de esos accidentes había quedado en coma y su cabeza no estaba bien desde entonces, por ese motivo no trabajaba. Aunque lo cierto es que nunca había sido trabajador.
Después de leer el periódico se acercó a la máquina tragaperras. Echó un par de monedas pero la suerte no estaba ese día de su parte. Con muy malos modales dio un puntapié a la máquina, lo cual provocó una reacción por parte del dueño que insistió en que se marchara por esa mañana a casa a dormir la mona.
Toño puso en marcha su coche al tiempo que maldecía al camarero.


María se despidió de su madre, que ya había llegado y se encontraba preparando la comida.
Después de haber estado un rato hablando con su amiga Natalia, habían decidido ir a dar un paseo por las afueras del pueblo y hablar en persona.
Nada más encontrarse comenzaron a hablar sobre la posibilidad de que a María la llamaran para hacer una entrevista de trabajo en Madrid. Tenían la ilusión de irse juntas a un pequeño apartamento de alquiler y comenzar una nueva vida. Fantaseaban sobre como serían los chicos de la gran urbe, sobre los muchos sitios donde podrían salir los fines de semana y sobre todas las oportunidades laborales que se presentarían. Todo aquello representaba sus más profundos anhelos, pues allí en el pueblo las posibilidades de conocer gente eran muy limitadas, los trabajos eran principalmente en el campo y lo máximo a lo que podía aspirar era a casarse con uno de los chavales del pueblo a los que conocía desde que era bien pequeña y llevar una vida humilde y aburrida a su parecer.


Toño decidió que aun no era hora de ir a comer. No soportaba estar en la misma habitación que su madre. Era vieja y olía mal. El olor que desprendían sus células en descomposición por el paso de los años. El olor de una mujer que había dedicado toda su vida al trabajo físico. Su cuerpo desgastado olia a rancio y el no lo soportaba.
Por su mente pasó la fugaz idea de acercarse al pueblo más cercano a tomar otra copa antes de marchar a casa. Le encantaba coger el coche y hacer el trayecto a toda velocidad.
El camino no estaba asfaltado, solían ir tractores muy lentos y los iba sorteando con su BMW haciendo zigzag mientras saboreaba el aumento del nivel de adrenalina en sus venas.
Puede que no tuviera mucho dinero, pero el poco que tenía lo había gastado a lo grande en esa preciosidad de 210 CV que le hacía sentir mejor que cualquier mujer con la que pudiera acostarse.


María y Natalia seguían caminando. Se estaban alejando demasiado del pueblo y se acercaba la hora de comer. Decidieron dar la vuelta para regresar a casa, pero un ruido las hizo mirar hacia atrás.
Se trataba de un coche que se acercaba a toda velocidad por el camino dejando a su paso una humareda de polvo. Instintivamente se arrimaron a la orilla del camino y quedaron expectantes a la espera de que pasara. Pero algo fue mal.
Justo en ese preciso instante en uno de los senderitos que llevan hasta las tierras asomó la sombra de una máquina de segar que intentaba incorporarse al camino principal lo cual hizo que el coche diera un volantazo que le hizo perder el control.
María se tiró a la cuneta, pero Natalia se quedó petrificada viendo el coche acercarse contra su cuerpo inerte.


Toño se divertía conduciendo más que nada en la vida. Había tenido muchos accidentes de coche. Le habían retirado el carnet en varias ocasiones, le habían pillado bebido, incluso una vez había estado a punto de morir. Por suerte para el la ley tan solo podía retirarle el permiso de conducir durante unos meses y en cuanto lo recuperaba su mente enfermiza volvía a reincidir una y otra vez.
Ahora estaba apretando el acelerador a fondo. Era un camino en el que no se debería ir a mas de 60 km/h y lo sabía, pero no había señalizaciones. Además en un camino perdido de la mano de Dios, ¿Quién iba a verle delinquir?. El marcador de la velocidad marcaba 110 km/h y subiendo. Daba gusto sentir como se agarraban las ruedas al camino cuando tomaba las curvas.
Tenía el ceño fruncido porque el sol le estaba dando de cara a esa hora y apenas veía lo que tenía delante, pero al salir de la curva el sol cambió su posición y pudo ver con claridad que estaba apunto de estrellarse contra una máquina que estaba saliendo de un camino colindante.
Giró bruscamente el volante y con un ataque de pánico fue consciente de que justo después de haber esquivado la maquina había una chica paralizada enfrente.


No tuvo más remedio que hacerlo. No le daba tiempo a parar el coche , y el susto le obligo a volver a cambiar bruscamente la dirección del vehículo con tan mala suerte de que el coche volcó.
Dio dos, tres vueltas de campana. No lo recuerda, la verdad. Lo que si recuerda es que cuando salió del coche aturdido solo escuchaba los gritos de la chica a la que había esquivado segundos antes llamando a una tal María. Giró la vista y el corazón le dio un vuelco cuando vio que debajo del amasijo de hierros en lo que había quedado convertido su BMW yacía el cuerpo de una mujer y había demasiada sangre como para seguir mirando.


María no respiraba ya. No sufrió, pues el impacto segó su vida en el mismo instante en que el coche cayó sobre su cuerpo. No pudo despedirse de su madre, ni de su hermana, de su hermano. No pudo contestar la llamada que la hacían justo en ese momento en su casa, invitándola a participar en el proceso selectivo de una gran multinacional en Madrid.
No pudo cumplir sus sueños porque un alcohólico tenía permiso de conducir después de haber estado implicado en mas de 20 accidentes en vez de estar encerrado de por vida que es el único lugar en la tierra que le correspondía.

Esto bien podría ser una historia ficticia. Por desgracia está basada en una historia real. La historia de una chica que yo conocí.
Se acerca Semana Santa. Me pregunto cuantas más familias tendrán que sufrir episodios tan dramáticos como este hasta que se empiecen a tomar serias medidas contra los delicuentes al volante.
Y sólo tenía 23 años......